He pasado toda la vida mirando una roca que no sabía que llevaba al inframundo. Tenía 4 años cuando vi por primera vez esa roca, veníamos de Santiago con mi familia, debido a la dictadura tuvimos que escapar hacia atacama, exactamente Copiapó. Mi padre Enrique era dirigente del partido político de allende, en específico, el partido socialista, al llegar la dictadura mi padre tuvo que escapar, pero los militares dirigidos por Augusto Pinochet lo encontraron, finalmente mi padre fue uno de los detenidos desaparecidos. Mi madre al enterarse que mi padre lo habían detenido inmediatamente comenzó a empacar, ella sabía que significaba solo una cosa… venían por nosotros. Nuestro viaje empezó el 12 de septiembre de 1973, cogimos caminos secundarios para evitar controles militares, específicamente veníamos ocultos en una carreta tirada por caballos, por lo que recuerdo aproximadamente tardamos casi 40 días en llegar a esta ciudad. Recuerdo que cuando veníamos en carretera casi llegando vi esa piedra, me pareció magnifica -¿Como es posible de que esa piedra no se ha caído?-Le dije a mi madre -No lo sé Eduardo, tal vez solo las curiosidades de este mundo-Exclamo mi madre Llegamos a una casucha de adobe a medio camino de las minas, donde el aire olía a cobre y a miedo, pero dentro de todo me encantaba. La casa no era de lujos, para el poco dinero que nos quedó al comprarla era perfecta, recuerdo que era de dos pisos, dos cuartos arriba, un baño pequeño abajo, comedor y cocina, dentro de todo para mí y mi madre estaba bien. Nuestra vida en esa casa fue mejorando poco a poco, teníamos vecinos, recuerdo hacerme amigo del hijo de la vecina, se llamaba Fabian, tenía 3 años más que yo, pero en ese tiempo la infancia era sana, no como ahora, recuerdo que salíamos a investigar cerca de la casa, siempre cuidándonos de la presencia de militares, ellos también escapaban del peso de tener una mente que todavía podía pensar. Al pasar de los años cada vez más crecía nuestra amistad, Fabian y yo crecíamos juntos, algunas veces él se quedaba en mi casa y yo otras veces en la de él, a pesar de que nuestras madres se llevaban mal aceptaban nuestra amistad. Cuando cumplí 16 años, recuerdo pedirle a mi madre de regalo una linterna para seguir investigando con Fabian, el ya tenía 19 años pero era lo único que podíamos hacer en esas casas, nuestras madres se encargaban de nuestros estudios, les daba miedo mandarnos al colegio porque todavía seguía la dictadura, al transcurrir mi cumpleaños de 16 años con ansias abrí el regalo de mi madre, para sorpresa mía estaba la linterna que le pedí días anteriores, fue un regalo excelente, por fin podría ir a explorar esa piedra tan magnifica que llevaba 12 años apreciándola. -¿Mamá puedo salir hoy en la noche con el Fabian? –Le dije ese mismo día al soplar las velas -¿Para dónde?¿Él puede?¿A qué hora vuelves?-Dijo mi madre con un tono preocupado -Tantas preguntas vieja, vamos a ir a investigar la piedra colgada, volveremos a las 00 yo creo y si vieja, si puede- -Ya hijo, pero se cuidan, ¿vas saliendo ahora? -Si mamá, nos vemos, cuídese ya-le dije, ajustándome el bolso con las pocas cosas que llevaba -Te amo, hijo. Adiós-alcanzó a decir ella Pero no la escuché. O quizás no quise escucharla. A veces pienso que, si lo hubiera hecho, todavía tendría su voz para acompañarme en el camino. Desde entonces, ese “te amo” que nunca oí me sigue hablando en silencio, cada vez que cierro los ojos. Después, comenzamos el rumbo hacia Piedra Colgada……
Emprendimos el rumbo hacia Piedra Colgada al caer la tarde. El camino, polvoriento y silencioso, nos tomó casi tres horas. Hablamos casi todo el camino sobre la vida con Fabian, pero de algún modo algo dentro de nosotros nos daba mal presentimiento, y acertamos. Cuando llegamos estábamos muy cansados, nos sentamos en la tierra a descansar y a tomar un poco de aire, el trayecto fue algo difícil de pasar, nuestras casas quedaban aproximadamente de 10 a 15 kilómetros, estuvimos casi 2 a 3 horas caminando, dentro de lo que puedo calcular, recuerdo que en el camino vimos a un hombre mayor de edad que nos grito “Vuelvan a sus casas, algo muy malo pasara esta noche”-Dijo -Debe de tener demencia senil-dijo Fabian -Tal vez Fabian o tal vez nos está advirtiendo de algo-dije jugueteando un poco para alivianar la atmosfera que nos rodeaba- ya apura el paso que se nos hace tarde Tal vez si le hubiera creído a este extraño caballero no hubiera pasado esta masacre… Mientras nos emprendíamos rumbo a escalar este cerro, cada vez el aire cambiaba algo mas denso, cada paso era un cansancio inevitable para nuestro cuerpo, quizás algo nos quiso decir que no siguiéramos subiendo…. Pero nosotros seguimos, maldita sea, por que no le hice caso a mi presentimiento. El cerro de Piedra Colgada se alzaba frente a ellos, como un guardián cansado. Subirlo nos tomo casi 2 horas, íbamos lento por el inesperado cansancio que nos dio de pronto, cada paso levantaba una nube de polvo que parecía que no nos quería dejar pasar, la luna iluminaba nuestro camino, no era necesario usar la linterna, las estrellas se sentían como ojos mirándonos fijamente. Nos sentíamos observados, cuando por fin íbamos llegando a ver esa maldita piedra se sintió un estruendo que se sintió como un estruendo en mi corazón. ¿Escuchaste? -dijo Fabian. -Si, medio sonido, me asuste brigido-dije -Seguimos subiendo o hasta aquí nomas, a lo mejor eso fue un sonido de que se va a derrumbar-dijo Fabian mirándome con preocupación- ya sigamos nomas, que tenga lo que tenga que pasar.. Al fin la vi de cerca, que piedra tan majestuosa, comencé a ver cada uno de sus detalles, sus imperfecciones que la hacían perfecta, algo que tanto soñé se volvió en una pesadilla, la tierra empezó a temblar bajo mis pies, de un momento a otro estaba en el suelo, comenzó como un suspiro, y luego con la furia de alfo que despertaba después de años dormido. -¡Fabian, Fabian! ¡Agarra mi mano! El eco se mezclo con el crujir de la roca, y de un momento a otro se sintió como si el mundo se hubiera roto en dos, un silencio absoluto, y lo vi, se había caído, dejo un hueco tan grande como si pareciese las mismas puertas al inframundo, se escuchaban gritos de ahí dentro, o tal vez solo era mi imaginación jugándome en contra una vez más, un olor a azufre se apodero de mi olfato, fue tan asqueroso que lo único que pude hacer fue taparme la nariz con mi brazo. El polvo no me dejaba ver nada. Grite Fabian, una y otra vez, pero solo el eco me respondió. Sentí las lagrimas mezclarse con el polvo y el olor a azufre. Quise bajar, buscarlo entre las piedras que se habían caído con la roca, pero mis piernas no me obedecían. Me quede allí, temblando, sin saber lo que se venía. Alcé la vista hacia la ciudad y vi todo destrozado ¿No fue solo en el cerro? Al instante me preocupe por mi madre, trate de pararme rápido, pero caí de nuevo, y luego de caer sentí otro crujido, se venía una réplica.
Cuando por fin pude levantarme después de la réplica -que por cierto fue mucho mas fuerte que al principio- vi como en una esquina se asomaba el rostro de Fabian, sin movilidad, completamente tieso y sangre en su cabeza, corrí a ver si aún quedaban esperanzas, pero no… El golpe fue tan fuerte que le fracturo el cráneo finalmente muriéndose. Me quede a su lado sin saber que hacer, solo llorando. Sentía que el mundo se me desarmaba y caía a pedazos frente a mi al igual que la piedra. Entonces la recordé a ella. A mi madre. Su voz diciéndome “cuídate, hijo”. Y entendí que no podía quedarme ahí, debía seguir, aunque no tuviera fuerzas. Me pare con una fuerza la cual nunca pude haber imaginado en esa situación, y emprendí camino hacia la casa de mi madre, cada paso era ver cada destrozo, hasta se me olvido cuidarme de los militares, casas derrumbadas, gente llorando a sus familiares que no pudieron salir a tiempo, niños solos y heridos, un destrozo total, no me causo nada, yo solo quería llegar a ver a mi madre. Cuando estaba por llegar apareció el mismo señor de antes, me miró fijamente inmovilizado, como si hubiera visto un fantasma, luego de procesar que seguía vivo. – ¿Tú… cómo saliste de ahí? -me dijo con la voz temblorosa. -¿De dónde?-le respondí sin entender. -De la piedra…-dijo con una voz temblorosa-. Es imposible, niño. Nadie sale de ahí Me quede en silencio. -Cada vez que alguien se obsesiona con esa piedra maldita… ocurre lo mismo. El cerro tiembla, se abre, y no vuelven a ver la luz ¿Acaso no sabias? -dijo enojado -¿Qué? Ya debo irme, viejo loco-dije siguiendo mi camino a mi destino el cual estaba cada vez más cerca pero me aterraba llegar -¡Eres un idiota, te juro que me vengare, te lo juro, por tu culpa ha muerto mi esposa!- grito a mis espaldas Me quede pensando mientras emprendía de nuevo rumbo al único destino real que me quedaba, mi madre, pero ¿y si era cierto?¿Y si la piedra no solo cayó, sino que se cobró algo a cambio? Pero el pensamiento se desvaneció tan rápido como llegó. Mi madre estaba allá, sola en la casa y probablemente asustada. No podía permitir que el miedo me detuviera otra vez, debía estar con ella. El camino se volvía cada vez más familiar. Reconocía las piedras, el olor del aire… y al fondo, la silueta de la casa. Estaba tan cerca que casi podía escuchar su voz llamándome. Pero algo en el ambiente me decía que nada sería igual. Cuando iba pasando frente a la casa de Fabiane su madre me agarro el brazo, malherida y sangrándole el cuello me dijo: -Y Fabian, ¿dónde está? ¿está bien verdad? ¿se atrasó un poco más? -me dijo y al instante rompió en lágrimas -Tal vez su corazón no lo quería aceptar, pero su mente le repetía una y otra vez la verdad -pensé y al instante le respondí- Fabian no soporto el derrumbe de las rocas debido al temblor, cayó muerto a unos centímetros de mí, lo lamento Al instante de oír la noticia, su cuerpo se derrumbó. No alcancé a sostenerla. Solo vi cómo se apagaba de un rato al otro, como quien por fin puede fallecer en paz. Quizás no quiso seguir luchando y vivir en este mundo tan destruido, noté que su herida en el cuello era de gravedad al instante en que la vi, pero no tan grave para causarle la muerte. Quizás solo necesitaba saber que su hijo la estaba esperando en el más allá para irse en paz. Tal vez, en el fondo, morir era su manera de reencontrarse con su hijo en paz, en un más allá que sea diferente a esta actualidad, a donde las desigualdades sociales no existan y donde si podemos pensar con libertad, donde las mentes no sean sádicas y matar por tener un pensamiento diferente sea lo habitual, tal vez ella era merecedora del cielo con su hijo Fabian, ojalá cuando por fin me maten reencontrarme con ellos. Luego de ese choque volví a la realidad, si ella estaba malherida mi madre ha de estar peor, sin pensarlo mas de una vez corrí a mi casa.
En cuanto crucé el umbral del patio, el cuerpo me empezó a temblar. No era solo miedo, era algo más profundo, como una advertencia. Cada latido retumbaba en mis oídos mientras avanzaba, paso a paso, hacia la puerta. Algo en mí sabía que nada volvería a ser igual. Entrando a mi casa, la cual de algún modo o alguna rareza de este mundo estaba intacta, la vi, ese maldito reloj la había aplastado, mi madre, estaba muerta. Sentí como el mundo se caía a pedazos en mis propias manos, que posibilidad había de que ese reloj que pesaba una tonelada se cayera arriba de ella, claro, si se cayó la piedra como no se hubiera caído ese estúpido reloj, me sentí devastado, de un momento a otro lagrimas empezaron a correr por mis mejillas, de un momento a otro estaba en el piso, llorando por todas las muertes vistas hoy, mi amigo Fabian, su madre y finalmente mi madre, como es posible que haya pasado esto, maldito sea el día en el que vi esa piedra, me quede solo, solo en este mundo lleno de ignorantes, lleno de personas que no logran comprender el mundo y tener una mente mas abierta, o tal vez yo debería haberme unido a su mundo, debí haberme vuelto igual de ignorante que ellos, a reemplazar las ideas que mi padre me había inculcado y basarme en las ideas que la sociedad inculcaba. Dure en el piso casi 10 minutos, cuando de un momento a otro tocaron la puerta. – ¿Quién es?-grite apenas pudiéndome parar, me tiritaban las manos, las piernas, todo me tiritaba y no podía parar de mirar a mi madre tirada bajo ese estúpido reloj -Hola, venimos a ver si todo está bien, somos militares-gritaron desde atrás de la puerta Sin pensarlo dos veces abrí la puerta, necesitaba que me ayudaran a sacarle el reloj de encima a mi madre, pero se me olvido un punto muy importante, eran militares. Al abrir la puerta me pidieron mi nombre completo, les di todos mis datos, pero al darles mis apellidos me miraron como si hubiesen visto un fantasma, se quedaron callados y al instante cambiaron su trato hacia mí, luego de anotarlos se miraron entre ellos y me ayudaron a mover el reloj, por fin pude abrazarla y mirarla, su cuerpo quedo en tan mal estado que ni la podía reconocer, solo su cara estaba intacta, la mire directo a los ojos y recordé “Te amo hijo” “Cuidado con los militares”, los militares maldita sea, los mismos que hace años escapábamos ahora estaban en mi casa, y para mas remate les di mis apellidos, maldita sea, lo mas probable es que ahora estén pensando en como arrestarme y torturarme hasta matarme, tratando de disimular les pedí si podían revisar la pieza de mi hermanita, por que “a mi me da mucho miedo” la verdad no tenia hermana, solo era una excusa, me miraron y se miraron entre ellos, tal vez pensaban que era lo suficientemente ingenuo, les indique donde quedaba y se dirigieron hasta allá, apenas se dieron vuelta sigilosamente pase por la puerta la cual por suerte dejaron abierta al entrar, mire a mi madre que yacía dentro de la casa, la mire fijamente y en mi mente desee estar con ella, pero ella no hubiese querido que mi muerte fuera por tortura. Corrí lo más rápido que pude, pero al instante ellos estaban detrás mío, no sabía dónde ir, lo único que se me pasaba por la cabeza era piedra colgada, mientras corría vi una bicicleta tirada en media calle, los militares me estaban alcanzando así que lo único que hice fue subirme a ella y emprender camino a piedra colgada, pedalee lo más rápido que pude, hace unos instantes estaba sin poder levantarme, la verdad no se de donde saque la fuerza para llegar en menos de 2 horas a ese cerro maldito, al llegar subí lo más rápido que pude, no tenia salida, ellos estaban más cerca, claro, tenían auto y yo solo una bicicleta “robada” al llegar a la cima me lance en el hueco que había dejado la enorme roca, esperando encontrar nada, pero al contrario, encontré un túnel. No tenia destino, no tenia escapatoria, no tenia nada, solo la linterna que me había regalado mi madre. -Bueno, lo que me depare el destino, mi razón para seguir vivo ya no está aquí conmigo-dije con la voz temblorosa, dentro de toda tenía miedo.
No sabía cuánto tiempo había pasado dentro del túnel. La oscuridad me envolvía y solo el eco de mis pasos me hacía compañía, la linterna se le agotaron las pilas. Cuando por fin vi la luz al fondo, supe que había caminado más de sesenta kilómetros bajo tierra, donde solo me encontré ratas y una túnica de monja, ahora que me lo planteo todo me concuerda. Salí frente a la vieja iglesia del Padre Negro, en Caldera. Entre para ver si podía encontrar un poco de agua, estaba sediento, lo único que vi fue el agua bendita, no pude soportar y me la bebi, luego entre por una puerta, no era seguro estar fuera de la iglesia, donde vi a un hombre, solo la luz temblorosa de una vela dejaba ver su rostro pálido, sereno, con una cara de tristeza y preocupación que parecía de siglos. -No sigas -dijo sin moverse-. No cruces esa puerta. Me quedé quieto, sin entender. -¿Quién eres? -le pregunte mirándolo fijamente. -Hay caminos que no devuelven el cuerpo, solo el alma, soy el guardián de gente como tú, cuido a los pobres y les ayudo-agregó, señalando el pasillo detrás de él, donde una vieja puerta de madera un poco rota y desgastada parecía que parecía moverse con cada palabra. Di un paso adelante, y algo dentro de mí no quería que entrara. -Dime quién eres-le repetí -Soy el padre negro, el guardián de gente como tú como te dije antes-me miro con una sonrisa cálida que de algún modo me generaba confianza, pero no el deseo de quedarme. -¿Qué hay ahí?-pregunté. El Padre Negro me miró con algo que no supe si era compasión o miedo. -Lo mismo que tu subconsciente buscaba bajo la piedra-susurró-: respuestas que ningún vivo debería conocer. Y en cuanto toqué la manilla de esa puerta, su alma se movió. Cuando la abrí por completo… él ya no estaba. ¿Debería ir? ¿Debería hacerle caso y quedarme? ¿De que subconsciente me estaba hablando? No había nada más que hacer, ya estaba ahí, no podía pegarme la vuelta atrás y marcharme, lo más probable es que afuera me hubieran estado esperando los militares dispuestos a dispararme hasta morir, total ¿Qué destino era peor que la muerte? Este destino era peor que la muerte. Empuje la puerta, y un viento denso, cargado de polvo y murmullos, me envolvieron, el mismo olor a azufre se apodero de mi olfato. Luego di un paso, directo hacia la enorme oscuridad, de pronto me vi sumergido en la oscuridad por completo, el aire era denso, pesado. En un abrir y cerrar de ojos, vi sombras que comenzaron a tomar formas. Gente mirándome en silencio, rostros pálidos, inmóviles, de algún modo sentía que con cada mirada me juzgaban una y otra vez más. Un calor inmenso me recorrió el cuerpo, como si el fuego me naciera desde dentro, de pronto me di cuenta, había llegado al mismo inframundo. Escribo estas palabras desde las mismas puertas del inframundo, esperando, pacientemente, que cada uno de ustedes llegue hasta mí, algunos llegan por miedo, otros por amor, pero no duden que aquí los estoy esperando. -Eduardo, el primero en cruzar y el primero en volver cuando sea el día del juicio
FIN
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